sábado, 6 de agosto de 2011

EL TEMBLOR DE LOS ANIMALITOS MUERTOS



Camila Vallejo
 
Sin duda, los últimos acontecimientos han remecido al país, porque este es un país que nos tiene acostumbrados a los movimientos, de manera que siempre algo se mueve a flor de piso y nos recuerda lo inestable que puede ser la tierra que amamos, de suerte que cuando uno ni se lo imagina, algo se desliza, se rompe, nos entierra, o simplemente nos ondula los pasos.

Algo así viene ocurriendo desde un tiempo, pero con réplicas grado 9 de la escala social, y los temblores son cada vez más seguidos y más fuertes, lo que a estas alturas puede asustar a cualquiera que algo entienda de terremotos, maremotos, y sobre todo de tsunamis, aquella ola gigantesca que se repite con fuerza arrolladora sobre la costa o las avenidas de un pueblo.

Parece que de ese temor se trataba la cosa cuando el gobierno sacó debajo de la manga su fatídico conejo de la salvación:  Un oscuro decreto, resabio del año 1983, el Nº 1086  que todavía -incomprensiblemente- norma las movilizaciones,  y con el que trató de legitimar la negativa a marchar por la Alameda de Las Delicias a los estudiantes chilenos el jueves 04 de agosto recién pasado. 

Ni hablar de los efectos catastróficos de aquel grueso error político, porque si el objetivo era defender el orden público, este decididamente se convirtió en una vergonzosa muestra de intolerancia nacional, que viajó a la velocidad de un clic para poner a Chile en  la mayoría de los titulares del mundo como un ejemplo de represión amarga y cruel en contra de jóvenes y niños que persiguen la más noble de las aspiraciones: educación pública, gratuita y de calidad.


Claro que ello es echarle a perder el negocio a más de alguien, y el tema es muy difícil de desenmarañar, porque las hebras de aquel entramado atraviesa intereses urdidos por décadas entre la derecha y la (des)concertación, políticamente bastante hermanadas en este terreno de fértiles utilidades.

De tal magnitud fue el temblor del jueves, que ya la prensa internacional habla de la más grande manifestación ciudadana desde los inicios de la “democracia” de los noventa.  Desde mi casi apacible Puerto Montt, (porque acá también se tiran lacrimógenas y se detienen jóvenes),  -claro que nada comparable a los casi mil detenidos en Santiago- me pregunto cómo serán dichas magnitudes, porque a través de los noticieros de TV sólo se divisan nubes y más nubes de bombas lacrimógenas.






Sin embargo, y después de bastante temblequeo, apaleados y detenidos, queda meridianamente claro que las posturas del gobierno y los estudiantes sigue tanto o más irreconciliables que antes, y que a pesar de los reveses y dolores, los primeros insisten en que todo estos temblores son obra de los comunistas que en todo este tiempo han aprendido a moverle el piso a La Moneda, y los segundos en que esto es el resultado de un enorme movimiento estudiantil y ciudadano que dice basta de atropellos y de usura, (usura que es una institución nacional de cuello y corbata).

Claro que los reclamos no garantizan que el atropello se detenga, y la represión dictó cátedra de cómo se abusa incluso con aquellos que se encontraban en sus casas o departamentos mirando hacia la calle, o sea sapeando, (pero un sapeo casi angelical al lado del sapeo cibernético de Aldo Matamoros), cátedra de cómo se allanan sedes partidarias atropellando el venerado principio de la propiedad privada -inviolable según nuestra Constitución- la misma que expresa que todo ciudadano tiene el legítimo derecho a manifestarse públicamente.


Todo ello cuando el mismo día el Centro de Estudios Públicos daba a conocer un nuevo terremoto para La Moneda:  La adhesión al gobierno de Piñera llegaba a penas al 26% y se transformaba así  en el mandatario peor evaluado en todo el nuevo periodo democrático del país.   Claro que la Concertación alcanzaba a no más del 17%, por lo que la ola salpicó también al conglomerado amarillo-renovado, corroborando que la inmensa mayoría de los chilenos está cansado del dúo polio político que ha convertido a este país en uno de los más desiguales del mundo.


 
Tal vez por eso tiembla y con araruira, como decía mi madre, tal vez por eso la desesperación y el desenfreno oficial, que retoma las viejas prácticas represivas de la dictadura,  al extremo de sitiar la Alameda y Plaza Italia, vociferar por altoparlantes disuadiendo y ordenando a los manifestantes derechito par la casa, sacar la policía naval en Valparaíso, amedrentar a los líderes estudiantiles, de tomar por asalto los colegios intervenidos por los estudiantes, y de recordarnos cómo la vieja derecha, que es la misma de hoy, asaltaba el poder legítimamente constituido.
 
De ello se encargó sin disimulo la excelente Secretaria Ejecutiva del Fondo del Libro, -Tatiana Acuña Selles- que depende del Ministerio de Cultura, al escribir en su cuenta de twitter: “ Se mata la perra, se acaba la leva” -palabras del dictador en el asalto a La Moneda-  y ahora rememoradas en la figura de la Presidente de la Fech Camila Vallejo, líder del movimiento estudiantil chileno,  dejando de manifiesto que la ideología de la intolerancia todavía es carne en el enajenado latido de algunos corazones que no entienden que la cultura de la muerte es parte de un Chile vergonzoso, autoritario y anacrónico.



El señor de los incendios

Pero este amor por los temblores y los perritos muertos, tampoco abandona al seno más profundo del partido del gobernante, donde hoy su presidente, lejos de una postura autocrítica, incendia el ambiente con declaraciones tan poco felices como:  ”no nos van a doblegar la mano una manga de subversivos e inútiles…” al referirse a los diputados comunistas que hoy vuelven por voluntad ciudadana a formar parte del Congreso chileno.

Y después se preguntarán por qué Chile no les cree, por qué se baja en las encuestas, por qué el ciudadano de a pie, siente que los honorables, arcaicos, renovados y excelentes, viven demasiado lejos de la gente.

Es tiempo de reflexiones, no de incendios.   



Gabriel Reyes,
Cónsul PPdM para Puerto Montt.
http://gabrielreyeschile.blogspot.com

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