viernes, 16 de septiembre de 2011

SEPTIEMBRE


Casi se nos va el año, porque después de septiembre se encarama la navidad y “a otra cosa mariposa”,  según los pragmatismos de moda.  Pero lo cierto es que septiembre tiene ese ingrediente de dulce y de agraz, una dicotomía entre el cielo y el infierno que a ratos alegra y otros enluta el alma nacional, como un océano recurrente con su látigo de espuma estallando inmisericorde en el corazón de los chilenos.

Septiembre tiene olor a chingana del 1800 tintineando en la memoria colectiva de un país, que se evade hasta quedar tieso detrás del recuerdo de aquel aire emancipador  de la incipiente nación, cuyo máximo anhelo era sacudirse el yugo español, para enfrentar un futuro digno y floreciente.    
 
Desde entonces, parece, hemos progresado como nunca:  Chile se transformó en un estado soberano, dueño de su destino, una nación pujante y respetada.  Su gente es amable con el forastero, los jóvenes representan la hidalguía de su estirpe orgullosa y esforzada, y la nación crece a un ritmo más que prudente.  Lo leí en un libro de turismo, y si no es porque soy chileno, lo habría creído sin demasiados cuestionamientos.   Claro, si el siglo XXI ya nos dejó en la OCDE, lo que no es menor.

Pero no le echemos la culpa al siglo XXI, ni a ninguno, porque los países no lo hacen lo siglos, sino sus habitantes, y por sobre todo sus políticos, y ahí si que hay que afirmarse Catalina que vamos a galopar, porque en esta copia feliz del edén no son cualquier político, acá son profesionales del arte de gobernar, no en vano hoy nos gobiernan los mejores, que en sólo un año y medio han aprendido cómo se chanchullea con platas de los más getones. 

Pero no nos apartemos del tema que es septiembre, cuando llega la prima vera, con su equipaje de flores y brotes renovados, (que pronto serán reconvertidos -espérese no más-).  Es el mes del amor dicen algunos, el mes donde las chiquillas sacan a pasear toda su esplendorosa figura para el deleite de muchos.   Entonces da gusto ir a comprar al centro, o al Paseo Talca, porque todo es algarabía y emociones en el mes de la patria.  “Sacar a 1000, sacar a 1000” resuena la voz de los emprendedores -y deportistas- (por estas latitudes no es llegar y emprender sin saber correr)   y el aire se llena de todo ese olor a productos importados:  desde paraguas hasta trajes de huaso, el universo mismo literalmente a sus pies.  Porque nos insertamos en el mundo,  somos globalizados, bacanes, y por sobre todo libres. (bueno, una libertad con algunos bemoles por cierto,  como en la educación, donde los grupos hegemónicos imponen sus estándares a los efectos de perpetuar sus prebendas, que a estas alturas resultan vergonzantes en cualquier lugar del planeta. Pero no nos vamos a poner graves por nimiedades como esa).

Se ve en la cara de la gente el diente largo, más largo que el de siempre, ese que espera que se inaugure luego la fonda oficial y nos lleve pronto al paraíso de los choripanes, empanadas y chicha en cacho, porque a fin de cuentas, es el cumpleaños de Chile, el mismo septiembre que vio nacer a José Miguel Carrera, o el que vio anexar en  1888 la Isla de pascua, el que se posesionó del Estrecho de Magallanes.  Sin duda grandes acontecimientos han visto la luz en este primaveral mes, otros menos afortunados también como la pérdida del estado republicano y la tradición democrática con el asalto a La Moneda.  En un septiembre nació Nicanor Parra, el mismo que Piñera mató de un soplo en un discurso;  la verdad es que septiembre da para todo, de la risa al llanto, de la complacencia al hartazgo.

En lo personal, este mes me ha traído el septiembre de la infancia, cuando con un tarro de café y una piedra de carburo explotábamos el corazón del barrio, un septiembre que ya no volverá, que como todas las cosas queridas que se van se buscan en el fondo de nosotros mismos, porque ellas nos recuerdan que una vez fuimos felices sin siquiera darnos cuenta, cuando la patria era un atisbo apenas en nuestros corazones.


Este mes, a muchas décadas de aquellos meses, el mes de la patria deja su impronta de repugnancia en al alma de Chile, porque luego de la sorpresa y las sentidas muestras de pesar en todos nosotros, la tragedia de los 21 aparece como un claro ejemplo de manipulación mediática, donde el sentido de la ética y del respeto se ha relegado en pos de mezquinos intereses si ellos son capaces de rendir frutos políticos.  A pesar de ello, este mes también será decisivo para el futuro estudiantil, que no baja los brazos, y para otros movimientos sociales que exigen un país distinto, fuera de los parches lampedusianos de los gobiernos de turno y alejados de la cosmética de los renovados, hoy ya casi reconvertidos. 




Este país, quiere una independencia distinta, porque después del látigo catequizador en las espaldas, después de las conquistas y reconquistas, de tanto negociado pletórico de egoísmo, cuando ya nada de lo que queda es chileno, cuando ni el agua, la luz, la telefonía, y muchos otros etcéteras se han vendido descaradamente al mejor postor, hay otro Chile, que aún quiere celebrar, aunque sea con traje chino, y hacer un aro por el futuro.

Septiembre siempre será un buen mes para pedir nueva Constitución, fin al binominal, educación pública gratuita y de calidad.

¡Viva Chile!


Gabriel Reyes,
Cónsul PPdM para Puerto Montt.
http://gabrielreyeschile.blogspot.com