viernes, 29 de julio de 2011

LOS RECADOS DE RECAREDO

Dichato indignado


“Sin este movimiento, nada habría pasado, nadie se acordaría de ellos, ni habría salido a la luz pública las inequidades de una legislación francamente abusiva”.


Me pregunto cuántas veces puede empezar una crónica con estas mismas líneas, y me apena decirlo, pero en Chile dichas frases pueden comenzar lo inimaginable, por lo amplio de las desigualdades alumbradas por nuestros honorables, de suerte que los inconvenientes sociales y económicos cruzan la minería,  la industria de la fruta, la madera o los salmones del mismo modo como atraviesan los servicios de la salud o el transporte público.  En otras palabras, donde  existe interés por réditos comerciales, allí brincan los conflictos como pelotas saltarinas.

Recuerdo a mis viejos profesores repetir hasta el cansancio que los problemas deben arreglarse conversando, porque ello nos diferenciaba de los animales, y que hasta esos mismos animales sabían cuando uno ganaba y el otro corría con la cola entre las piernas.  Una manera cruel de representar a la justicia, pero estos viejos ya eran sabios a esa altura de sus vidas, y era probable que algo, sino mucha razón tuvieran.


 Claro que los tiempos cambian, y la sabiduría de antaño es poco valorada y en algunos casos relegada al baúl de los cachureos y la obsolescencia, porque lo que de verdad la lleva es la velocidad, lo rapidito e instantáneo de las soluciones, la creatividad con que le buscamos la quinta pata al gato  -salga pato o gallareta- y por ahí vienen los problemas, en el pato o en la gallareta misma, porque finalmente algo no es consistente y deja en evidencia este amor al chanta que se lleva dentro, sobre todo si el patrón no tiene un rostro definido, o simplemente algo de chanta recorre también sus vísceras.

De manera que se vuelve a las ocurrencias fáciles, aunque no menos complejas y engorrosas, que mientras más engorrosas efectistas y truculentas, más efectivas y aplaudidas por los más mejores, porque de eso se trata como dijo un honorable:  hay que usar también el ingenio a la hora de favorecer a la gente, tal como lo hizo la ex intendente de Concepción que hasta se inventó un terremoto propio para favorecer a quienes no habían sido terremoteados.

Misma inventiva que usara Carabineros para argumentar la muerte de un comunero hace casi dos años, señalando que la bala que lo mató fue en “defensa propia”.  Claro que la gallareta –la misma que siempre acompaña al pato - no pudo explicar cómo Jaime Mendoza Collío disparaba hacia atrás mientras corría en dirección opuesta y de espaldas a los uniformados.

Esta suerte de soluciones instantáneas -no digna de los mejores- sigue su curso como si nadie de la excelencia se molestara por ello,  no faltando inclusive más de algún ilustre renovado saliendo al paso para defender el accionar de la policía, en una suerte de complicidades mutuas, porque si en algo estamos de acuerdo, excelentes o renovados,  es que este país no tiene cabida para los violentos.      



Claro que estas técnicas engañosas, dilatorias y efectistas, duran hasta que se acaban, y parece que el tiempo de que se acaben emerge reflejado en la retina de miles de chilenos que hartos de la hipocresía oficial acumulada por décadas, por estos días,  salen a las calles a protestar por lo que consideran un derecho, llámese igualdad de géneros, de sexos, Patagonia sin represas, reconstrucción o fin al lucro en la educación.  Este último reclamo brota  como el de mayor peso y complejidad política, por las implicancias económicas de sus actores que forman un abanico de todos los colores y de todos los intereses, arcaicos y renovados;  derribarlos sería el resultado de una titánica lucha del clamor ciudadano organizado, atentos y dispuestos a bogar contra una corriente poderosa.

El viernes 22 de julio en el marco de esas protestas fue detenido Recaredo Gálvez, joven estudiante de ciencias políticas de la Universidad de Concepción, subido a un bus de la policía y golpeado brutalmente hasta perder la conciencia.  Debido a sus lesiones fue derivado al Hospital Regional, donde Carabineros sostuvo ásperas discusiones con los facultativos, que se vieron impedidos de practicar los exámenes y tratamientos que la gravedad del caso ameritaba, los más escépticos pueden revisar el comunicado de la Fenats al respecto. 

Pero hasta ahí no demasiadas novedades, a pesar del abuso policial, lo grave radica en la acusación de las fuerzas policiales amparadas  por el Ministerio Público, que una vez más echa a volar la imaginación y acusa a un joven sin más pruebas que la palabra de un par de carabineros, que lo inculpa de homicidio frustrado y porte ilegal de armas:  durísimas acusaciones que de prosperar lo llevarían varios años a la cárcel.   

Estas graves acusaciones vuelven a la memoria las innumerables veces que el Ministerio Público chileno junto a Carabineros denuncia a dirigentes sociales sobre la base del engaño, porque engañar se ha convertido en una práctica recurrente del Estado para criminalizar las reivindicaciones de cualquier tipo.  Ello queda en la memoria del común de la gente: Es el ardid que se difunde con bombos y platillos en la televisión y la prensa escrita.  No importa que tiempo después las acusaciones se deshagan como pompas de jabón, mismas que obtienen nula cobertura informativa en los medios.


 Basta la simple acusación de Carabineros para que el manoseado Ministerio Público recoja el guante, y las emprenda sin pruebas de peso contra el o los acusados, (típicos casos en contra de mapuches donde se aplicó ley antiterrorista, que luego de meses –o años- quedan en libertad por falta de méritos).   Es más, cómo olvidar el caso del joven paquistaní Mohammed Kahn, acusado de tenencia de explosivos, al que luego de arruinarle la vida física y mentalmente, queda en libertad libre de polvo y paja, porque las pruebas eran irresponsables y simplemente insostenibles.  La línea es la misma en el caso de Recaredo Gálvez:  Acusar por delitos muy graves con la sola expresión de un par de carabineros, a los que la justicia le cree, o le conviene creer, como si el resto de las expresiones no tuviera validez alguna, como los cientos de estudiantes testigos de los hechos y que afirman lo contrario, o como los académicos y profesionales que también afirman lo contrario. 


Parece que en Chile la palabra de un estudiante no sirve par nada, aunque estas palabras sean un coro de miles de gargantas al unísono peleando por algo tan justo como querer educarse sin que ello desangre por décadas a sus familias en favor de unos pocos desalmados que olvidaron que la educación es un bien social y un derecho esencial para el desarrollo sano de un país y que entre cuatro paredes la transformaron en un negociado asqueroso y repulsivo.

Es que este Chile ha soportado demasiados abusos de todo tipo, al extremo que parece, o nos quieren hacer creer,  que esa es la normalidad:   Pasar a llevar la voluntad de las personas en casi todo el espectro de la vida nacional.  acá cualquier empresa acomoda los contratos sin la voluntad del contratante, llámese telefonía, TV Cable, retail, colegios o universidades.   Esos menesteres han colmado la paciencia de una ciudadanía que ya no quiere permanecer al margen de su historia y comienza a despertar de un sopor de décadas, para ocupar el sitial que los tiempos reclaman del ciudadano actual, un ciudadano que tiene conciencia que puede ser factor de cambios, y hacer oír su voz.

Y Recaredo tenía el perfil preciso para criminalizar su conducta:  Un joven humilde, consciente que la pobreza se vence con el estudio, con la participación cuidadana, con la valentía del enfrentamiento de las ideas y con movilización; adalid natural de su comunidad, secretario de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción, líder de de los campamentos como el de Dichato.  Demasiados atributos que intimidan la tranquilidad de quienes ven en personas como él un agitador del cuerpo social, al que hay que extirpar del camino para que no infecte al resto. 

El único problema es que Recaredo no está solo.  Su recado se ha esparcido y multiplicado y hoy son muchos los Recaredos tomando la bandera de las reivindicaciones; su voz  traspasó las paredes de la celda, y su mensaje se reparte como un chispazo de luz en medio de la noche. 

Ni los burdos montajes oficiales, ni la mentira descarada de los desalmados podrán contra la sed de justicia de este país que sale del estado de coma en el que estaba sumergido, y  que hoy  se desmodorra a pasos agigantados.

Este es un fragmento de la carta que el joven Recaredo Gálvez les entregara a sus amigos desde la cárcel de El Manzano en Concepción, donde desnuda su grandeza en pos de los más necesitados:

“La jueza, por su parte, decidió que debo estar en prisión por ser un peligro para la sociedad. Parece que hoy es ser un ser humano peligroso ser capaz de defender causas justas mediante la organización colectiva y transparente. Es un peligro para esta sociedad opresora que nosotros abramos los ojos y seamos capaces de para la Educación, las poblaciones, los centros de trabajo. Parece que siempre será un peligro que los estudiantes develemos nuestra injusta y mala educación y luchemos por su cambio, que los trabajadores detengan sus trabajos por sueldos dignos y trato justo; que los pobladores se cansen de las migajas, injusticias y exijan una vivienda digna. Es un peligro para esta sociedad opresora que la educación, el trabajo, la salud, y la vivienda sean dignas y para todos. Es peligroso para la sociedad organizada por unos pocos que muchos pretenden crean un mundo nuevo.”


Sólo la grandeza de un líder natural antepone el sueño colectivo a las penurias personales, a sus jaquecas y pérdida parcial de la memoria, producto del apremio infligido por las fuerza auxiliares de la (in) justicia chilena.

Por ello, no más abusos, no más montajes que se desgranan ante la inconsistencia de la precariedad y la estulticia de sus maquinadores.  Carabineros de Chile no puede seguir la senda del desprestigio institucional, ni el Ministerio Público debe prestarse a la vergüenza de los embaucadores, porque claramente se está dando un accionar al margen de la legalidad, con asedios, golpizas, acosos, robos de documentación, llamadas telefónicas que intimidan a los dirigentes y allanamientos a las sedes estudiantiles.  Ello no es propio de una democracia y el Gobierno debe replantear su postura frente a la seguridad de los ciudadanos, porque así las cosas hay claramente un régimen de opresión demasiado parecido a los tiempos de oscuridad que la gran mayoría no desea.

Recaredo habla con los medios, luego de abandonar la cárcel.


Siete días luego de este burdo apresamiento, la Corte de Apelaciones acogió el recurso de apelación de manera unánime, y a Recaredo  le otorgan la libertad sin ningún cargo, sin ninguna medida cautelar, porque simplemente era inocente tal cual lo sabía la inmensa mayoría de los chilenos, reafirmando una vez más el perdido camino de sus acusadores.



Gabriel Reyes,
Cónsul PPdM para Puerto Montt.
http://gabrielreyeschile.blogspot.com

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