domingo, 3 de julio de 2011

COPA AMERICA Y EXITISMO


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Ya estamos en plena Copa América 2011, y de seguro nos daremos el tiempo de crear el espacio suficiente  frente el televisor para ver a Chile. 

Muchos de nuestros compatriotas han traspasado los límites de las fronteras para acompañar  a nuestra selección en el magno acontecimiento.  Algunos, los más pudientes y prevenidos, con estada lista y boletos comprados,  otros, más aventureros,  han hecho de tripas corazón y se las han endilgado a través del frío cordillerano con las patas y el buche –a la buena de Dios- con tal de formar esa marea roja donde el sentimiento es una sola voz para alentar a Chile, porque de seguro esta oportunidad no se puede desperdiciar, y cuando hablemos con los nietos les contaremos que estuvimos allí, “levantando la copa”.

Para los menos alborotados, los menos pudientes, o simplemente los menos arriesgados, (o sea, los que nos quedamos aquí mismo, en casa)   a cada instante la TV nos muestra el ambiente de júbilo en Mendoza, cómo se vive la noche trasandina con sus discoteques enfervorizadas, la sabrosura de los bifes chorizos  y las gangas de las casas del cuero, o mejor aún, cómo sale el bus de la selección rumbo al estadio.  Toda una fiesta para nuestras esperanzas.

El tesoro anhelado


El sueño de traer la copa a casa, en medio de una algarabía generalizada, donde hasta el menos entusiasta no podrá dejar de celebrar con una buena parrillada chilena la hazaña de estos héroes nacionales, (también queremos tener de éstos) que como gladiadores lucharon cada centímetro del campo, allí donde sólo los mejores hacen del buen juego un espectáculo superlativo,  representa el anhelo de muchos:  sin duda de todos nosotros, de los propios jugadores, del cuerpo técnico, y de los periodistas deportivos, de los programas televisivos que con su potente señal nos llevan a través del noticiero y los programas especiales, para todo el país, este sueño deportivo, porque nadie podría sustraerse al genio y figura de Alexis Sánchez  (toda una vedette futbolística por estos días) ni al puntete goleador del Chupete Suazo o el driving de Beausejour.

Claro que por un momento, (de esos del mal agüero) se me ocurre sólo por un instante, en esa mínima posibilidad de que el tiro nos salga chingado, y la copa se nos venga abajo y ruede con toda mala intención hasta algún agrandado Brasil, o los mismísimos fanfarrones argentinos. 
 
Allí podría comenzar nuestro calvario, (porque después de la guerra todos son generales) y de seguro no faltará el descerebrado que hará leña del árbol caído, para hablarnos de esta exacerbada sintonía por el afán desmedido de éxito, y la poca capacidad de mirarnos a nosotros mismos para vernos de cara al espejo sin el síntoma del apunamiento por la alfombra roja.


Estadio del Bicentenario.  Chile juega acá con México
Me pregunto si alguien nos conoce lo suficiente como para exacerbar nuestros más arraigados nacionalismos, nuestras ansias de logros o nuestras más remotas obsesiones,  de manera que sean ellas mismas las que generen ilusiones y ganancias formidables.

Alguien nos invita a mirar de cerca el brillo de la copa del éxito, aunque ello nos lleve a degustar un dulce demasiado pasajero, alguien que nos conoce demasiado bien nos conduce a beber del espumoso jolgorio de convertirnos en los mejores, sin siquiera cuestionarnos que mientras se disfrute estaremos dispuestos a  olvidarnos de  las malas consecuencias, claro,  porque siendo francos, bien poco rigurosos hemos sido para encalillarnos, o para frenar esa tendencia del placer inmediato, llámese moda, carrete, copete, o viaje.

Eso porque  aquella fangosa tentación al exitismo, tarde o temprano nos pasará la cuenta y nos llevará hasta la rivera de la falsa realidad, la misma donde la semilla del fracaso recibe a destajo el abono inconsecuente de cuanto programa de TV nos rocíe la cara con el poderoso perfume de la fantasía:   Levantando la Copa, La nueva roja,  es por decir lo menos el elixir favorito de cuanta  agencia publicitaria tenga la oportunidad de estrujar hasta el último peso que paguen los auspiciadores (que pagan con los humildes pesos de los ilusionados consumidores)

Barra femenina
Esta tremenda olla publicitaria es la que se encarga de encumbrar hasta la luna el vuelo de nuestra querida selección, nos invita a la satisfacción de lo ficticio, al fantasma de la alegría (a pesar que Chile ya tiene algunas experiencias con la alegría) sabiendo de antemano que el título es una ilusión lejana, querida pero poco posible,  a pesar de los empates  inaugurales de los argentinos y brasileños, a pesar de nuestras rutilantes estrellas, porque dichos países  -Brasil,  Argentina-  destinan enormes recursos al deporte, mientras el nuestro restringe al máximo el estímulo para lo mismo, de manera que el título es sólo un tesoro anclado a la esperanza de nuestros ilusos corazones y al impulso del  insaciable apetito de nuestras tiendas comerciales.

No digo que no emprendamos el sueño junto a la roja, sólo que le demos un vistazo al horizonte, alejado de la sonrisa de los finos labios de más de algún  moderno flautista de Hamelín.

Fue bueno mientras duró, podría ser el consuelo de muchos:  Total lo tomado y lo bailado no lo quita nadie.   Claro que el consuelo de muchos suele ser el mal de los menos habilidosos, porque los otros, bueno esos disfrutan de las ganancias publicitarias, el peak de ventas electrónicas,  la venta de camisetas, cerveza, de los intereses de los créditos otorgados,  los paquetes turísticos, Etc.


 
Gabriel Reyes.
PPdM
Puerto Montt, Chile.-

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