jueves, 30 de junio de 2011

NERUDA, Y LA MEMORIA INDIFERENTE.

Monolito a Neruda, Angol.
   
La sola idea del título de esta crónica parece una irreverencia, una inconsecuencia más de las muchas que habitan la memoria de nuestros semejantes, porque Chile es un país de olvidadizos, sobre todo cuando ello no representa créditos inmediatos, ganancias políticas instantáneas o al menos algún reconocimiento en el mediano plazo, porque claro está, así las cosas, pareciera,  no tiene sentido el sacrificio del recuerdo.

Cuando se acerca la fecha en que se celebre un aniversario más del natalicio del vate, de seguro se llamará tímidamente a la difusión de sus obras,  la TV le dedicará algunos segundos a la efeméride y a la relectura de sus trabajos, aparecerán concursos y  con suerte, se escuchará su voz por algunos minutos en alguna radio universitaria,  tratando de homenajear su obra.  Muchos rasgarán vestiduras y armarán la hazaña de su vida como un puzzle extraordinario, pero desechable.

En una sociedad donde cada vez menos el ejercicio de recordar es algo valedero, donde la inmediatez de la pantalla y su rol idiotizante corre como sabia subterránea inyectada minuto a minuto  entre la comodidad de los sillones y los dormitorios,  donde la línea editorial de las casas (des) informativas se orienta a la farándula y el adormecimiento intelectual como una forma de dominación subliminal a los efectos de lograr una sociedad despreocupada, poco rigurosa con su entorno, sobre todo con la memoria colectiva, no es de extrañarse que estos acontecimientos aparezcan de manera intermitente y mucho menos frecuente que lo esperado.  Es que la cultura pareciera ser patrimonio de unos pocos, relegada a las bibliotecas y unos cuantos quijotes anacrónicos.

Ya lo dijo Noam Chomsky –destacado lingüista, filósofo y activista norteamericano- en su decálogo para la dominación mediática y el control de países enteros:  Los medios de comunicación son la base de aquella estrategia,  ejemplo que Chile ha seguido a la perfección durante décadas, logrando con ello la generalizada apatía de la juventud por participar de la vida ciudadana, -aunque se escuchan otros aires- el alejamiento de la política como medio de construcción de una sociedad mejor, rol en que mucho tienen que decir los propios honorables al olvidarse de los reales intereses de la gente, que ve como sus prebendas aparecen indecorosamente como por arte de magia donde ellos debieran de ser los primeros en dar el ejemplo.

El desprestigio de la clase política, desde Concejales hacia arriba, -ellos son los que fijan los valores para el pago de  los estacionamientos públicos, pero acto seguido ellos mismos se eximen de tal obligación – deja crecer la interrogante que entonces queda en al vacío, sin repuestas en la indignación del ciudadano común y corriente, que vista la desfachatez de sus autoridades,  no siente ni cree que dichos caballeros sean dignos de prestigio alguno; el verdadero maestro predica con el ejemplo.

Tal es el grado de abandono, desde lo más simple, donde la ciudadanía queda atrapada en un sistema abusivo al cual no puede increpar sin perderse en el tiempo y  la maraña de un aparato sin rostro ni sensibilidades.

Ante ese escenario, al ciudadano le resulta candoroso creer que el Estado y sus instituciones  velarán por sus verdaderas necesidades, físicas, aspiracionales o intelectuales, sino más bien es ese Estado el que se nutre de sus artistas, deportistas o intelectuales, a quienes reconoce sólo después que ellos han logrado sacar adelante sus nombres sin ningún apoyo,  para colgarse luego de sus logros e hinchar el pecho a nombre de Chile.  De ello estamos llenos de sus vergonzosos ejemplos:  Gabriela Mistral recibió primero el reconocimiento mundial del Premio Nobel antes que el Premio Nacional de Literatura chileno, nuestro atleta Tomás González debió acudir de manera pública a la dávida privada para lograr equipamiento de gimnasio y alcanzar oros a nivel mundial, del cual ahora si, estamos orgullosos como país.  Algo no funciona en la cabeza, en la miopía  de nuestras sempiternas autoridades, que lejos privilegian la banalidad del exitismo económico, las convenciones de marketing, los financiamientos gratuitos para nuestras misiones empresariales a China o Centroamérica, porque seguramente ello posiciona a este país en algún lugar del globo, todo ello, claro, con los impuestos de nuestra aguerrida clase media.
 
Ahora que se avecina una fecha más del natalicio de Neruda, lo más probable, es que se comience a cacarear los cuatro vientos de lo mucho que ha significado para Chile el talento de sus universales escritos, y claro está, el mundo una vez más se rendirá ante el prodigio de su pluma, ante la humanidad indiscutida de su persona, ante el poeta del amor y el poeta social, ante el ristre de su pluma contingente, y todos hablarán de ello como “cierto autor de cierta gran poesía política”,  la que trascendió mucho más allá de su ideal, para trasformarse en una literatura cuyo patrimonio resulta universal.


De izquierda a derecha:  El destacado músico angolino Iván Riffo Cifuentes, el poeta Juan Campos González (Gabriel Reyes), el crítico Wellintong Rojas Valdevenito, y el narrador y poeta Gastón Sandoval. 









Entonces cabe preguntarse por qué tan digno representante de nuestras letras no ha logrado calar en el corazón de ninguna de nuestras autoridades, por qué ese Neruda universal que goza de reconocimientos en muchas capitales del mundo, en Chile, nada parece tocar la fibra de un digno reconocimiento:  Todo resulta más urgente.  Parece que la deuda de su memoria sigue, décadas después,  el camino de la indiferencia oficial, si ello representa aunar esfuerzos y recursos, pero lo más probable es que  pase por la falta de voluntad política de turno.

Distinto es el caso de Gabriela Mistral, donde el Valle de Elqui ha erigido el justo monumento a su memoria, y donde los visitantes rinden su  homenaje a la educadora escritora.

Se olvidan que Neruda ha sido el gran convocador, el arco por donde las diferencias sociales y políticas atravesaron enormes barreras unificadoras.  Así quedó demostrado en el memorable año 1984, donde un país entero se cobijó bajo su alero, cuando el “Neruda 80 Años” convocó a miles de opositores al régimen militar, su poesía fue la excusa y la mística de aquel tremendo movimiento político, artístico y cultural de una década clave para la recuperación de la institucionalidad chilena.  El país le debe más que un montón de libros en alguna biblioteca, sin duda está de por medio la gratitud de sus ciudadanos, que en su nombre encontraron el puerto donde recalar su admiración y sus dolores; pero Neruda sigue siendo el gran ausente para el bronce.

Algunas escuelas llevan su nombre, algunas poblaciones populares, pero nada que invite a alguna autoridad al compromiso, ni siquiera la fundación que lleva su nombre se ha interesado en levantar un monumento digno de reconocimiento, inquietud que describe en su libro aún inédito mi amigo Wellintong Rojas Valdevenito en  “Cien crónicas sobre Neruda”  - que dicho sea de paso serán 101, porque parte de la crónica 0-. 

Sin embargo, es bueno que se sepa que Neruda SI TIENE un monumento, un monolito erigido precisamente en el año 1984, y que desde entonces, se ha mantenido fuera de todo reconocimiento oficial, a pesar de la riqueza de su historia, de la caravana de estudiantes, escritores y artistas de todo tipo que año tras año le visitan y recuerdan como el único monumento al poeta erguido en tiempos de dictadura.    Lo que en ninguna ciudad de Chile se logró, con excepción de Angol, capital de la provincia de Malleco.  Ahí en la Plaza de la Población El Mirador, en la Plaza de los Poetas, se yergue sin disimular  su orgullo, por sobre la indiferencia de muchos, pero con el cariño de millones, una silente argamasa de concreto, que ha comenzado a hablarle al país y el mundo, porque ese monumento es el más representativo de toda la esencia que el mismo poeta hubiera querido:  Simpleza y tesón de anónimos cuidadanos, manos trabajadoras alejadas de la riqueza de las fortunas y del brillo de los metales oficiales, corazones de fuego cuya sístole y diástole parieron en medio de infinitas dificultades un monolito de piedra y cemento para testimoniarle a Chile y el mundo el cariño de su gente al vate universal.  Dos humildes palcas de mármol testimonian la gratitud y el compromiso, una de la Sech angolina (que ya no existe) y otra con un pequeño verso del Canto General donde el poeta señala su amor a los más desposeídos.

Ni la Municipalidad de Angol, ni la Dirección de Aseo y Ornato, ni la Dirección de Monumentos Nacionales, ni la Fundación que lleva su nombre se han interesado en reconocer este monolito  enclavado en un hito histórico, tal vez por la simpleza de su estructura, tal vez a la espera de mejores fanfarrias y divulgaciones, tal vez por la miopía de las urgencias,  o por celos malentendidos, tal vez para castigar la osadía inconsulta de sus constructores, lo cierto es que esta argamasa ha soportado décadas en un semi abandono nacional, ha soportado el paso y las rigurosidades del tiempo, la ignominia de los desalmados, y no hablo de los grafiteros de turno, sino de aquellos que con bombas y explosivos quisieron borrar de la memoria colectiva  la hazaña de su nacimiento.

Angol es testigo de ello, sin cámaras, ni videos, sin mega píxeles ni celulares con Internet incorporada, sin mails, ni Windows, ni nada de esta vorágine tecnológica de este vertiginoso presente, sólo el recuerdo de su gesta, la grandeza de sus colaboradores como la inauguración hecha por Francisco Coloane, un día claro y frío de septiembre de1984. 

Hace poco se reunieron, después de casi tres décadas, en Angol, el Comité gestor de la idea, uno de los acuerdos fue difundir esta obra por su carácter simbólico, su connotación histórica y la firme voluntad de rescatar del injusto olvido oficial en único monumento verdadero que Neruda tiene en Chile erigido en tiempos de dictadura.


 
Gabriel Reyes.
Cónsul PPdM
Puerto Montt, Chile.-


1 comentario:

  1. Neruda es un poeta que vive en su obra.Un monumento de sus conviccinoes a pesar de estar muerto.Su intelectualidad abarca aun mas que un reconocimiento material,llega a lo mas profundo de lo emocional y humanistico...

    ResponderEliminar