lunes, 2 de septiembre de 2013

"La experiencia chilena se repite con similitud en todos los países que han pasado por el proceso de aplicar el shock económico creado por Milton Friedman. En esos Estados también existe corrupción en las privatizaciones, remuneraciones que no crecen en paralelo al PIB, aumento en las desigualdades en la distribución de las rentas, millones de consumidores abusados, niveles crecientes de desocupación laboral, desaparición de miles de medianas y pequeñas empresas, concentración en grandes empresas, etc. Inclusive se aprecia aumento de la delincuencia, atribuible en gran medida a la falta de oportunidades para sus habitantes, siendo las clases medias y populares los grandes perjudicados.

Ozren Nikola Agnic Krstulovic



                     PERDONES Y PERDONAZOS.



Senador Hernán Larraín, pide perdón por las violaciones a los DD.HH.


Variopinto, es lo menos que se puede decir sobre este acto tan humano de la constricción y que debido a la conmemoración de los  40 años del golpe militar muchos piden y otros niegan como si fuera un festival de penas capitales incumplidas o una avalancha de tiendas multicolores cegada por los reflectores de un programa de talentos -o menos talentosos- Salte si puede, o Si lo sabe cante.

De hecho pocos  -casi ninguno- son los que teniendo en la memoria lo que por lejos debería ser público, continúan guardando horrorosos pactos de silencio, obligando a muchos de sus hermanos a perpetuar uno de los más crueles episodios que los seres humanos puedan soportar:  dejar atrás la memoria de sus seres queridos para siempre y abandonar la idea de la justicia.  O sea, borrón  y cuenta nueva.  Es lo pretendido por los usurpadores y por los revisionistas de la historia, al revés de quienes debieron soportar el espanto del castigo.

Tal vez, ellos -los familiares incompletos- mejor que nadie entienden que el perdón no sólo se remite a la acción de pedirlo, sino al hecho inseparable de redimir la pena y alcanzar algún grado de libertad en medio del cautiverio:  No basta la alocución, el fonema esparcido ante las cámaras cual impostación de la voz en un teatro, dicha sinceridad debe acompañar actos reales de mitigación -al menos-  del daño causado.


Evelin Matthei, candidata de la derecha
Tenía sólo 20 años dijo la candidata aliancista -no tengo por qué pedir perdón-  Dicho argumento escala por si solo el pobre nivel que aún persiste en gran parte de la derecha dura y evidencia la precariedad de este sistema cuasi-democrático, porque par ser democrático está lejos de fomentar la intervención popular donde la ciudadanía tenga recursos verdaderos de participación, de consulta y mucho menos vinculantes.  (La firma del convenio 169 de la OIT es sólo pirotecnia incumplida).


Los ciudadanos han sido arrastrados a la ilusión democrática de concurrir al acto eleccionario como si fuera el único instrumento de libertad, de manera que votan por alguien que poco y nada conocen, que ha surgido la mayoría de la veces de mecanismos “dedocráticos” y que después los ven tarde mal y nunca.  Nos queda -me incluyo- una sensación amarga de haber ayudado a alguien a ser el titular de alguna pega por un par de años, y del cual nunca tendremos la oportunidad de revisar qué hizo, e incluso objetarlo si el susodicho derechamente se fuga con las latitas (o se arranca con los tarros).

Ni hablar de la representación, el binominal, los feudos municipales, Etc.  No es raro entonces encontrarse con una juventud apática, que “no está ni ahí” con los políticos, se sienten vulnerados en sus anhelos más profundos, porque de temprano comprenden que las oportunidades no son para todos, y que el futuro está fijado por la atrocidad del determinismo,  por el nivel socio-económico, ya que el mercado lo regula todo, por sobre el talento y las personas.  Claramente comienzan a desprenderse del cordón umbilical que los mantuvo en la tibieza y el sopor del sueño americano para despertar de bruces en un americanismo del tercer mundo: el calvario de ser pobres. 

Cada vez menos jóvenes creen en las palabras de su pastor, sobre todo cuando la iglesia es parte del negocio, y se crean comisiones pastorales donde se llama -de buena fe- a ser honestos con los más pobres, apelando al sentido ético y familiar. 



Monseñor Goic

Creer que de pura buena onda subirán los sueldos porque el curita lo pidió es simplemente ilusorio.  Los sueldos son parte del engranaje de los costos directos en el proceso de producción, son el “ítem ajustable a la baja”.  Así el capitalismo entiende la economía, y no sólo la entiende, sino que demás la defiende groseramente:  Matthei empapeló al curita Goic  el año 2007 (a propósito del sueldo ético) enrostrándole que él “no tenía idea de economía”.  Por eso no es una opción real.

Cuando un  sistema resulta indolente al clamor popular, cuando sus “representantes” representan intereses muy lejanos, mejor dicho derechamente “no representan” el mandato de las urnas, de quienes confiaron que los defenderían ante el poderoso,  cuando el Congreso es más una sastrería y una consulta del lobby que el lugar democrático por excelencia, entonces no es para nada raro que se desprecie la política y se desconfíe de la tarea de los legisladores.

Desde ese punto de vista, disfrazar la lucha de clases no deja de ser una solución cosmética. Todas estas recetas de medias tintas, en la medida de lo posible, éticas, son un ingrediente retardario a la verdadera democratización del trabajo. 

No pueden ser los trabajadores quienes soporten, con la brutalidad del recorte, las ganancias de las empresas. 



Milton Friedman, (el Sr. del Shock) felicitado por el presidente Bush


Pero toda la “democracia” post-Pinochet es así:  Las empresas intervenidas, ya no por el Estado, sino por quien las remató a precio de huevo y sin licitación, las estratégicas ya no lo fueron y también se vendieron incluida el agua, la luz, la telefonía, los trenes, las de pensiones –fraude que merece un capítulo aparte- Etc.  Todo el país convertido en un emporio pluri-capitalista rematado al mejor postor y al círculo más cercano del dictador.  Casualmente los que hoy están a la cabeza de las grandes corporaciones y en el Gobierno.

La ciudadanía es un mero espectador, masa crítica, zona de influencia desde donde el mercado criollo espera sus ganancias, y en ese empeño se copó todo, la educación, los diarios nacionales, se ahogó la prensa independiente -el Sr. Alwin sabe bien de aquello- la televisión, los espacios públicos,  la banca resolló de gusto con el Estado por aval, la salud escaló las más altas utilidades a costa de un pueblo que literalmente se muere en los pasillos de los servicios públicos atiborrados de desesperanzados y dolientes.


Neoliberales chilensis

Sin duda, Chile fue un experimento, pero creer 40 años después, que el experimento terminó resulta ingenuo.  Entramos en otra fase del mismo, porque al temor de la vigilancia y la brutalidad del castigo físico, la persecución, la tortura o el destierro se ha reemplazado por otros que continúan martillando a una mayoría expuesta a una nueva clase de castigo inmisericorde:  Una avalancha subterránea, silenciosa como una enfermedad de hipertensión, de la cual se puede tener conocimiento, pero que casi nadie hace nada al respecto.  Nos hemos acostumbrado al síndrome de la rana hervida, que no reacciona ante calor hasta que se encuentra irremediablemente cocida, de manera que el bombardeo publicitario indiscriminado, la chabacanería televisiva -de excelencia- la ausencia de calidad programática reemplazada por farándula y el culo de la Luly, mantiene un estado de idiotez permanente que obvia que en el Congreso se sigue costureando el mejor de los trajes para la Ley de pesca o para Monsanto.


En esta nueva fase del neoliberalismo, el común de los mortales es fieramente avasallado, subyugado por capital sin rostro, no sólo La Polar y la indecencia del atropello institucionalizado, sino todo el resto del retail, todo el aparato financiero, los bancos  los seguros,  las contribuciones fiscales y municipales colaboran a la asfixia de una sociedad desfalleciente.  El modelo así, es hijo del terror, y pedir perdón resulta fácil cuando no hay nada que obligue a resarcir de nada  a los doblegados de antaño y a los nuevos doblegados de la usura legalizada a cambio de la “gobernabilidad”. 

Todo a cambio de la gobernabilidad, de manera que resulta clarificador saber que la urgencia de la justicia pasa a segundo plano en pos de la urgencia de los negocios.   Ese y no otro ha sido el tenor de las últimas décadas, cuando los políticos se convirtieron, junto al gran capital,  también en comerciantes y se dedicaron a salvaguardar sus negocios antes que a la verdad.

El experimento neoliberal deja así los clamores de justicia, y en “estado de indigencia asalariada” al pueblo trabajador, que por mucho que trabaje no eleva su nivel de vida, más bien trabaja para comer, pagar y endeudarse, a quedado a la deriva, abandonado de la mano de Dios, y a su propia suerte como un barco de papel en la tormenta.

Ya no espero que la derecha pida perdón sólo por los desaparecidos, aquí hay una camada entera de técnicos, Chicago boys, gerentes y especuladores, que son los responsables del enriquecimiento ilícito,  que empobreció a generaciones enteras,  (las mismas que inundarán el país de mendigos con sus pensiones miserables), esos que aún se vanaglorian de sus logros ejecutivos, quienes hoy todavía navegan en las aguas de la soberbia, dictan cátedra a los ilusos y aparecen como respetables y blancas palomas.

En todo caso, en este Chile al revés, si hablamos de perdón, el más grande fue el que el Estado le concedió Johnson.  Ese si que fue grande.  Las chauchas disgregadas en el desierto y en el fondo de los mares, esas,  seguirán esperando. 


 “De lo que se trata es sustituir la autodeterminación nacional, que se ha practicado durante siglos en  el pasado,  por la soberanía de una elite de técnicos y de financieras mundiales.  Todo lo que necesitamos es una gran crisis y las naciones aceptarán el nuevo orden  mundial.”
David Rockefeller.      
 








Gabriel Reyes.

Puerto Montt, Chile.-

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